FRASE DEL AÑO


FRASE DEL AÑO

"Al político ni agua, y si tiene sed, polvorones".


martes, 28 de septiembre de 2010

Por qué soy un urbanita?

Bueno, me alegro hacerme esta pregunta a mí mismo, y por lo tanto la voy a responder.

Hay mucha gente, sobretodo de ciudad, que le encanta el campo y aquellos que viven en él, se les ve a gusto y contentos con su entorno. Sin embargo, no ocurre así con los que viven en la ciudad, que en numerosas ocasiones les escucho despotricar de la ciudad.

Y es que, los que vivimos en ciudad somos como los toreros, estamos hechos de otra pasta, una pasta grasienta, oscurecida y algo viscosa, pero que sin ella no podríamos sobrevivir. Tiene un efecto telúrico, nos protege del frío, pero también del calor.



Prosigamos con las ventajas de vivir en una ciudad. Sales a la calle y hueles a humo de tubo de escape, mmmmmmmmm, y si la combustión ha sido mala, sale un tufillo mal quemado que tiene hasta algo de “bouquet”. En cambio en el campo, sales a….. sales al campo, y repiras profundamente, y aaaaggggggg, se ensanchan tanto los pulmones que te hace hasta daño y es que parece que se te ha metido el pino por los bronquios. Sinceramente, no estamos acostumbrados, porque en la ciudad no es necesario respirar así, no necesitamos oxigenarnos tanto que luego vayamos con los carrillos colorados. No señor, nosotros tenemos una palidez propia de pasarela, y sino mirar a las modelos de la pasarela Cibeles o de Milán o New York. Alguién las ve con los carrillos colorados?, bueno, las que se pintan como puertas, que son 4, vale 4 docenas, pero en serio, si yo creo que oxigenarse tanto es como drogarse, vas flipado por la vida, en cambio, en la ciudad vamos con los pies en la tierra, bueno en la calzada.

Y qué decir, del ruido, ese ruido de una moto con su escape libre, o el martillo neumático cargándose una acera, o ese autobús de última generación, con su gas natural, energía solar, y hasta un molino de viento en el techo, pero que el cabrón hace un ruido de mil demonios, claro es que los pequeños detalles ya se pulirán, de momento se ha conseguido lo importante, no contaminar. Y miras por detrás y ves un chorro negro, pero que sepaís que es negro porque es el color de lo biodegradable, de lo supermegahiperecológico.

Sin embargo, vas al campo y hay un silencio, joder, qué silencio, la primera noche te mola, Ey!!!, estoy oyendo a un pájaro, que chulo!!!!, como suena ese arroyo, pero amigo, cuando llevas una semana, estás hasta los cojones, es que oyes todo, Ey!!!, ahora oigo el aleteo de un murciélago y como mastica a un mosquito, maldito grillo, a ver si se calla, porque mira que hay campo y lo tengo encima al tío. Y el arroyo, ¡¡¡joder con el arroyo!!!, si se oye a la cangreja hacer el esfuerzo de sacar a sus crías de sus entrañas al mundo exterior, y eso que hay agua corriendo. Pues la oigooooooooooooooooo!!!!!!!

Me siento como Jack Nicholson en la película “El lobo”, y llega un momento que no puedo más. En fin, que tanta naturaleza no debe ser bueno, para eso se han inventado los documentales de la 2, ves la naturaleza por la tele, no te pican los mosquitos, tienes un gin tonic refrescante al lado mientras ves como una gacelilla inocente es triturada por un guepardo sin escrúpulos ni talante, y eso me hace sentir más cerca del medio ambiente. Luego reciclo 2 cartones de leche, que utilizarán para el abono de las tierras y ¡hala!, en vez de ir al campo, he vivido un día de campo pero en la superciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres opinar sobre este artículo, habla pueblo, habla: